La educación es el único mecanismo eficaz para transformar la realidad y conseguir sociedades inclusivas y sostenibles; más justas e igualitarias. Es necesario apostar por la investigación, la ciencia y la transmisión del conocimiento, pero también debemos educar en el desarrollo de competencias de cambio, y en la dimensión social y humana de cada estudiante. Para ello, son imprescindibles modelos educativos innovadores que les preparen para enfrentar la incertidumbre y proyectarse en una sociedad compleja y en constante evolución.

Los profesionales y líderes del futuro tendrán que resolver desafíos para los que no existe un precedente. La transformación digital de numerosos sectores, la disrupción de otros tantos, y la emergencia climática, social y demográfica, exigen nuevas formas de pensamiento, y de acción, que no siempre forman parte de los fines de la educación tradicional. Es hora de dar respuestas efectivas a las demandas de la sociedad, y asumir la necesaria transformación de los sistemas educativos formales de enseñanza. El Sistema debería, en esencia, asumir, modelar y reflejar los valores y actitudes que aspiramos desarrollen nuestros alumnos: la creatividad, la ética, el pensamiento crítico e interdisciplinar, la flexibilidad, la resiliencia, la mirada social, global y sostenible…

A lo largo del último año, el sistema educativo ha tenido la oportunidad de aprender y de perfeccionar su práctica docente para personalizar la experiencia de aprendizaje de cada alumno. Si lo ha hecho, estará mucho más cerca de educar para sentar las bases de un futuro más diverso, inclusivo y sostenible, más personal y menos estandarizado, más estimulante y mucho más posible.

Los valores de responsabilidad social y de sostenibilidad deben alcanzar la práctica docente, y estimular a los jóvenes para que lideren la construcción del mundo a imagen de su ideal.

Esta es una oportunidad única para unirnos en torno a valores compartidos que nos animan a ser mejores.