La gestión es un pilar fundamental en cualquier organización, independientemente de su tamaño o ámbito de actuación. En el caso de las entidades que trabajan en el ámbito social, como las fundaciones comunitarias (FC), la excelencia en la gestión adquiere un significado especial. Estas organizaciones enfrentan el desafío de maximizar recursos limitados para generar un impacto positivo en la sociedad, al mismo tiempo que aseguran su sostenibilidad a largo plazo.
La gestión eficaz no solo garantiza la transparencia y la rendición de cuentas sino que también fortalece la confianza de los donantes, socios y beneficiarios. En un mundo donde las expectativas sobre responsabilidad social aumentan, las fundaciones comunitarias deben liderar con un enfoque basado en la profesionalización y la innovación en sus procesos.
Las fundaciones comunitarias son organizaciones no lucrativas que tienen la finalidad de fortalecer y mejorar la vida de las personas de la comunidad en la que trabajan – pueblos, comarcas, pequeñas ciudades o barrios – canalizando recursos y competencias para la resolución de necesidades e iniciativas de interés común a dicha comunidad.
Su misión principal es mejorar la calidad de vida de las personas que forman parte de esas comunidades, a través de la movilización de recursos económicos, humanos y sociales. Desde su capacidad para articular alianzas hasta su compromiso con el desarrollo sostenible, estas entidades son claves para abordar retos como la desigualdad, el envejecimiento poblacional o la despoblación rural.
Si bien cada FC es única, puesto que están adaptadas al contexto sociocultural de su propia comunidad, las FC forman un movimiento global con un objetivo común: la búsqueda de soluciones conjuntas a los problemas colectivos y el aprovechamiento de oportunidades.
Para llegar a ello, las FC deben saber escuchar a la comunidad, entender esos retos a los que se enfrentan, ser capaces de canalizar los recursos a las organizaciones locales y saber ser útiles para las personas y organizaciones donantes.
La Asociación Española de Fundaciones (AEF) tiene abierta hasta el 9 de enero de 2025 la VI convocatoria del Programa de apoyo a la creación de Fundaciones Comunitarias que ofrece formación adaptada para poder gestionar una fundación comunitaria, y mejorar los procesos de recaudación de fondos y obtención de recursos locales; diseño de una estrategia donde se contemplen los indicadores de medición necesarios para evaluar la viabilidad del proyecto; constitución de la fundación o su refundación; participación activa en la comunidad nacional e internacional de fundaciones comunitarias, en eventos y en visitas de estudio y cofinanciación de hasta 15.000€ de los gastos de funcionamiento del primer año, si la FC se constituye hasta el 31 de marzo de 2026.
En España, el rol de las FC es cada vez más relevante, especialmente en contextos de crisis o transformación social. Un ejemplo reciente lo tenemos en la gestión de las consecuencias de la DANA que asoló la comarca de Horta Sud de Valencia a finales de octubre.
La Fundació Comunitària Horta Sud, desde el primer momento, ha canalizado las aportaciones voluntarias de personas, colectivos, instituciones y entidades y ha puesto en marcha la campaña #SeràHortaSud, que aglutina todas las acciones movilizadoras y recursos prácticos para asociaciones vinculadas con la reconstrucción social a través del tejido asociativo. Además, ha abierto un formulario para coordinar actuaciones de forma equitativa y ágil y que maximice el impacto positivo en la recuperación social de la comarca.
¿Por qué, tanto en situaciones de crisis como en el día a día, la gestión es crítica en las fundaciones comunitarias? Porque es la base sobre la cual se construye su capacidad de impacto. A través de una planificación estratégica bien definida, estas organizaciones pueden priorizar recursos, establecer metas claras y medir resultados. La gestión no es solo una herramienta operativa, sino un motor de transformación social.
Un aspecto esencial es la transparencia. Las fundaciones comunitarias gestionan fondos provenientes de múltiples fuentes, como donaciones individuales, aportes empresariales o subvenciones públicas. La rendición de cuentas no solo es una obligación ética, sino también una herramienta para generar confianza y garantizar la continuidad del apoyo financiero.
La capacidad de estas fundaciones para forjar alianzas estratégicas es otro punto clave. Una gestión sólida permite identificar socios con valores compartidos y coordinar esfuerzos para maximizar el impacto. Además, en un entorno cada vez más digital, incorporar herramientas tecnológicas en la gestión diaria puede mejorar la eficiencia, desde el análisis de datos hasta la comunicación con donantes y beneficiarios.
Por último, la evaluación y el aprendizaje continuo son imprescindibles. La gestión en una fundación comunitaria no se limita a administrar recursos, sino que implica un compromiso constante con la mejora. Implementar sistemas de medición de impacto social ayuda a identificar áreas de mejora y a demostrar el valor generado en las comunidades.
En un contexto donde los desafíos sociales son cada vez más complejos, las fundaciones comunitarias deben apostar por la profesionalización y la innovación en su gestión. Esto no solo les permitirá alcanzar sus objetivos con mayor eficacia, sino también consolidar su legitimidad y relevancia ante las comunidades a las que sirven.